Jonatan Navarro 24-3-2013
PSal 118:1-2,19-29;
Isa 50:4-9; Phil 2:5-11; Luk 19:28-40;
(Luc. 19:28-40, RVR95)
“Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén. Al acercarse a Betfagé y a
Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió a dos de sus discípulos,
diciendo:
—Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un asno atado en
el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo y traedlo. Y si alguien os
pregunta: “¿Por qué lo desatáis?” le responderéis así: “Porque el Señor lo
necesita”.
Fueron los que habían sido enviados y hallaron como les dijo. Cuando
desataban el asno, sus dueños les dijeron:
—¿Por qué desatáis el asno?
Ellos dijeron:
—Porque el Señor lo necesita.
Lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el asno, subieron a
Jesús encima. Y a su paso tendían sus mantos por el camino. Cuando ya se
acercaba a la bajada del Monte de los Olivos, toda la multitud de los
discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las
maravillas que habían visto. Decían:
—¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y
gloria en las alturas!
Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron:
—Maestro, reprende a tus discípulos.
Él, respondiendo, les dijo:
—Os digo que si estos callaran las piedras clamarían.”
Del amor al odio hay sólo un pequeño paso
O mejor dicho, del amor interesado al odio sólo hay un pequeño paso.
Tenemos un problema cuando leemos trozos sueltos de la vida de Jesús en los
evangelios, pues pueden darnos una imagen sesgada, y debemos hacer el ejercicio
de encajarlo con el conjunto de su vida y ministerio para tener una imagen más
amplia del cuadro que se nos presenta.
Ahora por ejemplo, en este texto, tenemos a Jesús de Nazaret aclamado como
rey, pero dentro de una semana lo tendremos delante del pueblo de Jerusalen que
pedirá a gritos su crucifixión.
Y este hecho nos debería provocar las siguientes preguntas:
• ¿cómo alguien nacido en Nazaret puede ser aclamado rey?
• y ¿cómo es posible que en sólo una semana Jesús se encontrarse con que el
pueblo pide su crucifixión?
Los que habéis estado en alguna cavalgata de los Reyes Magos habréis visto
la cara de ilusión, de expectación e incluso de temor que generan su presencia
en los niños que van a verlos.
Es una noche mágica, llena de luces y de música, con sus grandes carrozas
llenas de colores y de caramelos, muchos caramelos.
Y los Reyes Magos generan expectativas, grandes expectativas, porque llegan
los regalos, los tan ansiados juguetes.
No sé si habéis vivido alguna experiencia frustrante en este sentido,
vosotros o vuestros hijos, de estar esperando ese maravilloso regalo y después
por la mañana, al despertar nada de lo esperado se ha cumplido.
Yo crecí en una familia proletaria, en el sentido literal de la palabra, la
única posesión de mis padres eran sus hijos.
Esto provocaba que en navidades muchos años el juguete que verdaderamente
desperataba mi admiración apareciese en la iglesia, casi nunca en casa.
Después de mirar todos los anuncios de la tele y los catálogos de Galerías
Preciados, o del Corte Inglés, y hacer la correspondiente carta con el “me lo
pido” “me lo pido”…
me encontraba con que pocas veces llegaba a mi casa algo de lo esperado.
Recuerdo un año crítico en el que incluso lo que llegó fue algo de material
escolar: grapadoras, colores, compases y cosas así…
Los Reyes Magos pueden generar las expectativas más grandes, y las peores
frustraciones.
Porque la realidad que hay detrás de ese mito, nuestra realidad, finalmente
se impone.
El día que Jesús montado en un pollino entró en Jerusalén le dedicaron una
entrada digna de un rey, algunos movidos por la curiosidad de ver al que
resucitó a Lázaro,
otros seguramente galileos que vendrían siguiendo su ministerio desde hacía
tiempo y que estarían en Jerusalén para preparar la celebración de la pascua.
Recibieron al Señor a gritos de Hosana y con Salmos que reflejaban
la esperanza de la llegada del rey de Israel, el Mesías.
Hay un episodio en la vida de Jesús que explica cómo el pueblo de Jerusalen
tuvo la intención de hacer rey a este galileo, a Jesús de Nazaret: La
alimentación de los 5.000.
Tanto la alimentación de los 5.000 como la entrada en Jerusalén son los
únicos acontecimientos dentro del ministerio de Jesús relatados en los cuatro
evangelios, y es que van estrechamente unidos.
Después de que Jesús alimentase a los 5.000 hombres, cuantas mujeres y
niños había con ellos no se nos dice,
la multitud que le seguía para escuchar sus enseñanzas, y sabiendo las
maravillas que sucedían a su alrededor, deciden que debe ser el rey de Israel.
Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse
de él y hacerlo rey, volvió a retirarse al monte él solo.”
(Jn. 6:14-15, RVR95)
A primera vista estos pasajes juntos son un sinsentido;
primero alguien de Nazaret alimentando a quien sabe cuantos miles de
personas;
después la multitud intenta hacerlo rey;
contra todo pronóstico este rey decide que es mejor ocultarse a ser
nombrado rey;
sin embargo al poco entra en Jerusalem y allí sus discípulos le aclaman
como rey;
finalmente al cabo de una semana es traicionado y entregado, primero a los
principales de su pueblo, y después a los romanos;
el pueblo pide su crucifixión cuando podían liberarlo y deciden liberar a
un delincuente revolucionario llamado Barrabás.
A primera vista son un sinsentido, pero a mi me da que la reacción de Jesús
de retirarse en soledad, delata que Él conocía lo que había en los corazones de
aquellas personas,
y que de la misma forma que no cayó en la tentación de Satanás, no estaba
dispuesto a vender el Reino dejándose coronar por una multitud que sólo
pretendía, en resumen, que les librase de los romanos.
Las aspiraciones del pueblo de Israel en los tiempos de Jesús pasaban por
la aparición de un rey que cumpliendo algunos requisitos proféticos acabase con
el yugo de la dominación romana y diese esplendor al pueblo judío,
seguramente teniendo en mente los gloriosos tiempos del rey David, y
sojuzgar así a las naciones paganas que no adoraban a Yahvé.
El episodio de los panes y los peces no sería el momento en que se revelase
como rey, no podía vender el reino de esa manera, más tarde, cuando se
cumpliese la hora, entraría en Jerusalen como una señal que sus verdaderos
discípulos entenderían más adelante.
El pueblo de Israel se había hecho un rey a su imagen y semejanza que nada
tenía que ver con el reinar de Dios que proclamó Jesús con su predicación y con
sus obras,
un reino que trasciende la raza, las fronteras, que transciende la propia
ley con el poder del Espíritu que es derramado sobre judíos y gentiles y sobre
todos, para hacer un sólo pueblo para Dios.
Pero esta multitud que le siguió hasta Jerusalén, que y había puesto sus
expectativas en él, no tenían oídos para oír el mensaje de su evangelio, no les
interesaba lo que Jesús había predicado, ellos ya sabían cómo debía ser su rey.
Y la gran decepción que supuso ver al que había de juzgar a los paganos,
juzgado por los romanos, al que había de liberar al pueblo, bajo el yugo del
imperio y humillado, provoca la reacción del pueblo:
éste debía de pagar el precio de no haber querido ser el tipo de rey que
ellos querían.
Y lo debía pagar con la cruz.
La gran decepción que esto supuso, precipitó que se rompiese esa frágil
barrera que a veces hay entre el amor y el odio.
“Era la preparación de la Pascua y como la hora sexta. Entonces dijo a los
judíos:
—¡Aquí tenéis a vuestro Rey!
Pero ellos gritaron:
—¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!
Pilato les dijo:
—¿A vuestro Rey he de crucificar?
Respondieron los principales sacerdotes:
—¡No tenemos más rey que César!”
(Jn. 19:14-15, RVR95)
Los sacerdotes sabían de sobras que al único que podían aceptar como rey
era a Dios o a su ungido, sin embargo llegaron a confesar a César como rey
antes que permitir que Jesús se librase de la cruz.
Los sacerdotes sabían muy bien que quien se proclamase rey de Israel no
podía tener ningún rey por encima de él, ni siquiera el César, de esta forma
presentaron a Jesús como una amenaza para Roma justificando así su crucifixión.
Sí que parecen ciertas, a la luz de la cruz, las palabras de Bailey:
“Aquel que ya es Rey ha venido a abrir las puertas de su reino para que los
hombres puedan entrar; pero en su ceguera, los hombres intentan convertirle en
el rey que ellos esperaban; por tanto no conseguirán tener el rey que esperaban
y perderán el reino que Él les ofrece”
“por tanto no conseguirán tener el rey que esperaban y
perderán el reino que Él les ofrece”.
Hemos de aprender mucho de esta gran decepción pues no estamos exentos de
caer en ella.
Es obvio que muchas veces nos hacemos un Dios a nuestra imagen y semejanza,
de forma dogmática hacemos y predicamos a ese dios que es tal y como nos
gustaría,
¿pero cuánto puede soportar esa imagen de Dios antes de que caiga y nos
arrastre con él?
La vida trae muchas decepeciones, es parte de vivir.
Y de lo primero que nos decepcionamos es de aquello en lo que depositamos
nuestra confianza.
Muchas veces nos vamos a sentir como si los Reyes Magos de la vida,
finalmente, no nos hayan traído lo que esperabamos,
miras hacia atrás o hacia delante y no, no era este el regalo que esperabas
que te diese la vida.
Es muy posible que en estos tiempos tan duros hayas tenido la oportunidad
de sentirte decepcionado por Dios, o decepcionado por Jesús.
Porque también muchas veces vamos a Jesús con unas expectativas erróneas,
hay quien piensa que Jesús les ha de curar de sus enfermedades,
hay quien piensa que Jesús les debe dar un trabajo, o dinero para pagar la
hipoteca.
Hay quien piensa que Jesús nos tiene que dar una iglesia perfecta y santa,
o un marido o una mujer, o hijos qué sé yo, muchas cosas.
Pero después se impone la realidad de la vida.
Quizá Jesús no te ha dado lo que esperabas de él, quizá no entiendes cómo
es posible que este rey que lo puede hacer todo, tan a menudo no haga nada.
¿Verdad? Es incómodo el silencio de Dios, el silencio del Todopoderoso.
El aparente silencio del Rey Jesús en medio de nuestro sufrimiento, también
es incómodo, frustrante más bien.
A veces esperamos a Jesús, o vamos a Dios, como quien va a los Reyes Magos,
o como el pueblo de Israel, sabiendo de antemano qué y cómo es lo que Dios debe
hacer.
Ya sabemos cómo debe ser Dios, ya sabemos como debe ser el Cristo
glorificado, ¿entonces porqué no es así?
¿Por qué no sana mi enfermedad? ¿Por qué no me da un trabajo?
¿Por qué permite que pasen estas cosas en su iglesia?
Mira lo que esta hermana me ha dicho,
o lo que este hermano me ha hecho…
¿Por qué Jesús no nos libra de los romanos y nos pone a gobernar?
El día que Jesús montado en un pollino entró en Jerusalén le dedicaron una
entrada digna de un rey.
Aquél hombre de Nazaret había hecho grandes señales, suficientes para poder
proclamarlo como el Mesías que les liberase de toda una estructura de pecado y
de injusticia que identificaban con el poder imperial pagano.
Pero aquél rey que entró por las puertas de Jerusalen no venía dispuesto a
dar un golpe de estado, porque es imposible salvar al hombre desde arriba, no
se puede salvar a la humandad por decreto ley.
En lenguaje religioso podemos decir que, el pecado estructural es opresor y
provoca el pecado del individuo, pero a la vez es nuestro pecado como
individuos, el que crea el pecado estructural.
Porque Jesús no vino para cambiar este mundo como lo hubiéramos cambiado tú
o yo, sino más bien para cambiarnos a nosotros.
Jesús finalmente vino a hacer lo contrario de lo que se esperaba de él, en
vez de salvar al mundo desde arriba, gobernando por decreto ley, vino a salvar
al mundo desde abajo, creando así desde los individuos las estructuras de
comunión, solidaridad y salvación.
Jesús ofreció su vida entera para ofrecer a un Dios muy diferente de lo que
aveces pensábamos.
Jesús trajo a la tierra la posibilidad de ver al Dios invisible, en el
servicio desinterasado, en la humildad, y en el sufrimiento.
Quizás el Dios de Jesús es más un anti-Dios que el Dios que esperábamos.
El Dios de Jesús sufre con nosotros hasta morir con nosotros, como el Rey
que muere en la cruz, proporcionándonos así una nueva forma de vivir, una vida
llena de libertad y amor, porque si muchas vidas así se unen, quizá sí que
puedan cambiar el mundo.
Si desde este domingo de Ramos, miras a la cruz, verás una advertencia,
vigila cuáles son tus expectativas sobre Dios, Dios no es ningún Rey Mago,
pero la encarnazación de Dios en Jesús nos da la posibilidad de vivir la
r ealidad de la existencia de una nueva
forma, podemos ser liberados para llevar el amor más grande y puro a tu vida y
a la de los demás.
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