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Dios mío líbrame de hacer las cosas “bien”


Jonatan Navarro 17-2-2013


Deut 26:1-11; Salm 91:1-2, 9-16; Rom 10:8-13; Luc 4:1-13
“Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días, pasados los cuales tuvo hambre.
Entonces el diablo le dijo:
—Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.
Jesús, respondiéndole, dijo:
—Escrito está: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios”.
Luego lo llevó el diablo a un alto monte y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Le dijo el diablo:
—A ti te daré todo el poder de estos reinos y la gloria de ellos, porque a mí me ha sido entregada y a quien quiero la doy. Si tú, postrado, me adoras, todos serán tuyos.
Respondiendo Jesús, le dijo:
—Vete de mí, Satanás, porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás y solo a él servirás”.
Entonces lo llevó a Jerusalén, lo puso sobre el pináculo del Templo y le dijo:
—Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, pues escrito está: »“A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden”, »y» “En las manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra”.
Respondiendo Jesús, le dijo:
—Dicho está: “No tentarás al Señor tu Dios”.
El diablo, entonces, terminó de poner a prueba a Jesús y se alejó de él en espera de una ocasión más propicia.”
(Lucas 4:1–13 RVR95)


Dios mío líbrame de hacer las cosas “bien”
Pues sí, a veces somos tentados a hacer lo correcto, a hacer las cosas “bien”, a hacer el trabajo “bien hecho”, y esto puede ser un problema…
Pero situémonos un poco, estamos en el primero de los cinco domingos de cuaresma, un tiempo de cuarenta días que se inició el pasado miércoles de ceniza.
Este es un tiempo en el que nos dedicamos a reflexionar de forma especial en el misterio de la cruz.
La cuaresma son cuarenta días centrados en la conversión, en nuestra conversión, en el arrepentimiento, podemos decir que es un tiempo para despojarnos de todo aquello que, de alguna forma, entendemos que no responde a nuestra vocación de hijos de Dios.
Y empezamos este tiempo con unos textos que nos ayudan a comprender las dos caras de la realidad que vivimos los que hemos decido seguir a Cristo como nuestro Señor por encima de cualquier otro Señor, negándonos a nosotros mismos y tomando nuestra cruz.
Estas dos caras del seguimiento las tenemos por un lado en la confianza de la seguridad de la salvación, como hemos leído hoy en Romanos “Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo”,
y esto no hay nada ni nadie que lo pueda cambiar, es para todos: «Todo aquel que en él cree, no será defraudado» porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que lo invocan.
Pero incluso viviendo en esa confianza, reconocemos que no todo lo que hacemos es correcto, que nos equivocamos, que debemos madurar más aún y crecer aún más en nuestra fe, amor y esperanza.
Y es en ese espíritu humilde en el que reconocemos nuestros errores, nuestra imperfección, en el que es necesario estar para la reflexión de este tiempo de cuaresma.
Para esto el evangelio hoy nos sitúa en el famoso pasaje de las tentaciones de Jesucristo, que Lucas nos coloca después de su bautismo y antes del inicio de su ministerio público.
Si recordáis lo que hablábamos hace dos semanas, Lucas insiste mucho en que todos estos acontecimientos son dirigidos por el poder del Espíritu Santo, el mismo Espíritu que es dado como don a la Iglesia de Jesucristo de la cual formamos parte.
Jesús, lleno del Espíritu es llevado por el Espíritu al desierto, cuarenta días, como cuarenta años estuvo Israel peregrinando por el desierto cuando salió de la opresión y de la esclavitud del imperio Egipcio.

El desierto es un lugar ambivalente, por un lado es árido, sin vida, solitario, lugar de bestias salvajes, por el otro lado es el lugar donde tantas veces Dios se ha mostrado de una forma muy explícita, ha guiado y ha cuidado a su pueblo.
El desierto es el lugar del cambio, donde uno no pertenece ya al régimen antiguo del imperio que oprime, pero que tampoco ha entrado aún en la tierra de la promesa. Es el lugar de preparación.
Un lugar donde ya no se vive la opresión, sino la solidaridad del pueblo de Dios, pero un lugar en el que tampoco se dispone de los beneficios y bienestar que generan los imperios.


Si recordáis el relato del pueblo de Israel en el desierto, echaban de menos los melones de Egipto y su carne, hasta el punto de decirle a Moisés si los había sacado de la esclavitud de Egipto para matarlos en el desierto.
¿Es posible que podamos llegar a envidiar a los que viven sin conocer a Dios? ¿Sin las preocupaciones que nos crea la fe?
Nosotros conocemos lo que agrada al Señor, y podemos vivir angustiados porque no somos capaces de ser todo lo buenos que deberíamos. En cambio al que no sabe nada, poco se le puede pedir. Sólo algo de sentido común y de ética.
Y entonces es cuando podemos hablar de tentación.
Pero la tentación es ya un concepto anticuado en una sociedad que relativiza absolutamente todo, como ejemplo vivo tenemos a nuestros propios políticos.
La tentación… […] no sé si habéis reflexionado sobre el tema.
¿Cómo vivimos la tentación?
La tentación presupone que algo o alguien nos incita a hacer lo que está mal.
Nos puede tentar la vecina de enfrente, o el vecino… nos tienta la comida, o mejor dicho el exceso, para algunos el chocolate es una tentación,
¿nos tienta la avaricia? trabajar en exceso para acumular más… bueno, eso no se da ahora mucho, más se da el acumular beneficios con el trabajo de otros.
¿Nos tienta la envidia? Desear lo que otros poseen, o su éxito en la sociedad, su reconocimiento, hasta el punto de que nos causan odio…

Bueno, hay muchas formas de ser tentados, y normalmente todas las relacionamos con temas de moralidad, algo inmoral según nuestra educación,
o según nuestro sentido común, según nuestra fe,
pero en el fondo según nuestra conciencia que, no olvidemos,
ha sido construida socialmente de tal forma que nos avisa de lo bueno y lo malo, según se nos haya enseñado.
Por eso ahora la tentación está pasada de moda, porque vivimos en un mundo que nos enseña que, si puedes, hazlo,
si está a tu alcance, cógelo, porque si no lo haces tú, lo hará otro.
Pero la tentación no viene tanto de fuera, viene más de dentro.
Si yo no tuviese el deseo de la riqueza,
         ¿cómo me iba a tentar la bolsa de las monedas?
La tentación busca dominarnos aprovechándose de las debilidades de nuestra humanidad, de nuestra conciencia. Por eso decimos que debemos resistir la tentación.
El relato pues nos sitúa con Jesús, ya bautizado y lleno del Espíritu Santo que es dirigido al desierto, a ese lugar ambiguo, donde la relación con el Padre puede hacerse muy intensa en medio de una existencia en éxodo, en la salida del imperio de la opresión y en el peregrinaje hacia la promesa.
Allí está cuarenta días, en representación del Israel del éxodo que estuvo cuarenta años y que en esos cuarenta años cayeron hasta tal punto en las tentaciones que ninguno de ellos pudo disfrutar de la tierra prometida, ni siquiera Moisés pudo entrar en ella.
Y con ese fracaso en mente y con la debilidad del hombre hambriento, encontramos a Jesús y al diablo manteniendo un debate, un duelo, en el que Jesús es tentado hasta tres veces.
Pero si nos fijamos bien, este duelo de tentación y resistencia no se parece mucho a lo que nosotros estábamos identificando con la tentación.
La tentación que está sufriendo Jesús es una tentación profunda que va directa a la yugular de su debilidad humana para intentar descubrir cuál es su verdadera identidad como Hijo de Dios.
“Si eres Hijo de Dios…” ¿eres Hijo de Dios?
         ¿te consideras hijo o hija de Dios?,
veamos que tipo de hijo eres porque hay muchas clases de Hijos…
Entonces cuando leemos el este duelo de tentación y resistencia uno se sorprende un poco, porque claro, como las propuestas las hace el diablo, hasta un niño se daría cuenta de que algo malo debe haber detrás de ellas,
pero ¿y si en vez de con el diablo, el diálogo hubiese sucedido con uno de sus discípulos?
Jesús ¿tienes hambre? llevas cuarenta días sin comer, ¿porqué no conviertes esa piedra en un pan?
Si tu eres Hijo de Dios! ¿Para qué tienes que pasar hambre?
Jesús, ¿no has pensado que si fueses el rey del mundo, el nuevo emperador, desaparecería el hambre y la injusticia en el mundo?
Si tú eres hijo de Dios traerás la paz… un reino de amor,
pero claro ahora gobierna otro, te habrás dado cuenta tal y como van las cosas… pero Él dice que si gobiernas en su nombre, someterá a todas las naciones bajo tus pies.
¿Te imaginas Jesús? ¡Sería un reino maravilloso!
Sólo tienes que unirte al que tiene el poder,
total si Dios permite que lo tenga, será para que finalmente tu lo recibas ¿no?
Únete a los que mandan Jesús, te dejarán mandar a ti, tú has nacido para esto.
[…]
Jesús, ¿te imaginas que todo el mundo creyese en Dios? ¿te imaginas que toda la tierra fuese cristiana? imagínatelo… sería maravilloso… pero claro la gente no cree, es que todo esto suena un poco raro ¿verdad?
Un Dios creador que envía a su Hijo a la tierra… suena un poco a cuento chino… es como esas historias de los dioses griegos, la gente no está por estas cosas… pobre gente, pobrecitos…
Necesitan ver algo, algo que les demuestre que eres real… oye ¿por qué no vamos a lo alto de un rascacielos, el más grande, donde todos te puedan ver, yo llamo a las cadenas de televisión, para que lo retransmitan por todo el mundo, y tú te lanzas de arriba abajo… espectacular… me lo puedo imaginar, lo estoy viendo.
Y cuando estés a punto de darte un trompazo contra el suelo, cuando todo el mundo ya te imagine aplastado contra el asfalto… ¡tachán! aparecerán los ángeles del cielo y te recogerán, y todo el mundo verá tu gloria!, ¿lo pone en la Biblia sabes? En el Salmo 91…
Y entonces creerán Jesús, la gente se entregará a ti porque la gente necesita ver señales, sólo necesitan un empujoncito!
[…]
Claro en boca del diablo las tentaciones que sufre Jesús tienen un tono, pero en boca de un discípulo ya no suenan tan mal.
Si tienes hambre, ¿por qué no usas el poder que Dios te da para alimentarte?
Si eres el Mesías ¿por qué no coges el poder de quién lo tiene para que gobiernes?
Si eres el Hijo de Dios, ¿por qué no se lo muestras al mundo para que todo el mundo crea?
Como podemos ver, la tentación que sufrió Jesús, poco o nada tiene que ver con las tentaciones de la vida, con el helado de chocolate tempation, ni con la tentación de la revistas porno, ni con la tentación de quedarse tumbado en el sofá haciendo el vago.
La tentación de Jesús es la tentación profunda que cuestiona su identidad como Hijo de Dios desde el argumento de la lógica humana.
Esta tentación no viene vestida de maldad, no tiene apariencia de pecado. Más aún, la TENTACIÓN con mayúsculas muchas veces encuentrasu apoyo en versículos bíblicos.
La tentación profunda no sólo no viene envuelta de maldad si no que además busca hacer lo correcto,
por eso decía que sí, que a veces somos tentados a hacer lo correcto, a hacer las cosas “bien”, a hacer el trabajo “bien hecho”, y esto puede ser un problema…

Porque lo correcto, lo lógico y lo normal es que quien tenga poder lo use para su propio beneficio, y sobre todo si eso no hace daño a nadie… es lógico! si puedes hazlo, benefíciate, es lo que yo haría.
La tentación profunda propone a Jesús, de alguna forma nos propone, que no nos preguntemos por el origen del poder.
¡Qué más da con quién hago mi alianza para conseguir lo que quiero, si lo que voy a hacer es bueno, ¿por qué hemos de cuestionarnos por el cómo?
¿Qué importa cómo hago las cosas? Lo que importa es el resultado.
Por último la tentación plantea a Jesús, ¿nos plantea como iglesia? la cuestión de la liderazgo manipulador:
Si tienes la verdad, si eres el Hijo de Dios, lo importante es que te reconozcan como Señor, y si tienes que manipular a la gente hazlo, porque todo el mundo manipula, porque el mundo no tiene líderes válidos, porque toda religión es manipulación y si no te siguen a ti seguirán a otro.
Manipúlalos con el espectáculo de tu poder, tócales la fibra, aprovecha su momento de necesidad para llevarlos a tus pies Jesús, porque en el fondo les haces un favor.
La tentación del diablo a Jesús cuestiona pues toda su identidad como Hijo de Dios, la naturaleza de su misión, la naturaleza del carácter de Dios, y de rebote, como consecuencia, nos mira a los ojos a nosotros, a la iglesia y nos cuestiona directamente por nuestra misión:
¿Por qué hacemos lo que hacemos como Iglesia? ¿Por beneficio propio?  ¿O por el beneficio desinteresado hacia nuestro prójimo?
A quién reconocemos nuestro “poder” de hacer, de obrar, de predicar, ¿cuál es el poder que usamos? ¿El que nos da el mundo? ¿Las autoridades? ¿Los acuerdos con los gobiernos?
¿Nuestras cuentas bancarias? ¿A quién reconocemos la autoridad? ¿A Dios o a los hombres?
Y por último ¿Cómo predicamos el evangelio?
¿Manipulamos a la gente? ¿Nos aprovechamos de su debilidad? ¿Predicamos a sus emociones?  ¿Entramos por la puerta de sus desgracias? ¿O predicamos el evangelio asumiendo la libertad y la dignidad de la persona que nos escucha?
O mejor aún, predicamos el evangelio con nuestra propia vida, entregando nuestra propia vida con humildad a todo el mundo, a toda la creación donde Dios nos ha puesto?
Como podemos ver, la tentación de Jesús es la tentación de la lógica humana, que propone hacer las cosas lo mejor posible, pero desde nuestro sentido común, que tantas veces no parte de una premisa básica, amar a tu prójimo como a ti mismo y al Señor sobre todas las cosas.
Jesús no vino para servirse a sí mismo, ni para beneficiarse de su poder, ni para gobernar el mundo con el poder del imperio, ni para ganar adeptos manipulándolos aprovechándose de su debilidad.
Jesús vivió una vida de entrega, totalmente entregada al ser humano, entregada a recuperar la dignidad de las personas, especialmente la de los débiles y los más desfavorecidos.
Jesús venció la tentación que le fue persiguiendo toda su vida, la de vivir su filiación divina, su ministerio como ungido, de la forma en que la sociedad esperaba, con lógica, como hace todo el mundo, no para hacer el mal, simplemente para conseguir que el Reino de Dios se haga presente tal y como todo el mundo lo haría.


Jesús venció la tentación más profunda, la madre de todas las tentaciones, la que en apariencia no es evidentemente mala, la tentación de vivir como las sociedades de todos los tiempos esperan que viva un hombre.
Y al hacerlo nos abrió una puerta para que nosotros también podamos vivir con él de una forma diferente, una vida que quizás no tenga lógica a los ojos del mundo, pero que realmente es la forma más humana de vivir la vida, una vida entregada al amor, una vida que disfruta de la gracia de Dios, de la gratuidad de la vida.
Una vida que por encima de todo respeta a cada uno de los seres humanos y les reconoce la dignidad que Dios nos concede a todos.
Vivamos pues siguiendo a aquél que desde su humanidad más humilde, lleno del Espíritu Santo venció a la tentación cambiando la lógica del poder por la locura del amor de Dios.

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