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Seguimos buscando al príncipe de paz


Jonatan Navarro 6-1-2013


Sal 72:1-7, 10-14, 17; Isa 60:1-6; Efe 3:1-12; Mat 2:1-12
“Dios: da tus juicios al rey y tu justicia al hijo del rey.
Él juzgará a tu pueblo con justicia y a tus afligidos con rectitud.
Los montes llevarán paz al pueblo, y los collados justicia.
Juzgará a los afligidos del pueblo, salvará a los hijos del menesteroso y aplastará al opresor.
Te temerán mientras duren el sol y la luna, de generación en generación.
Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada; como el rocío que destila sobre la tierra.
Florecerá en sus días justicia y abundancia de paz, hasta que no haya luna.
Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes; los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones.
Todos los reyes se postrarán delante de él; todas las naciones lo servirán.
Él librará al menesteroso que clame y al afligido que no tenga quien lo socorra.
Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso; salvará la vida de los pobres.
De engaño y de violencia redimirá sus almas, y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos.
Será su nombre para siempre; se perpetuará su nombre mientras dure el sol.
Benditas serán en él todas las naciones; lo llamarán bienaventurado.”
(Salmos 72:1–7, 10–14, 17 RVR95)

“«¡Levántate, resplandece, porque ha venido tu luz y la gloria del Señor ha nacido sobre ti! Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá el Señor y sobre ti será vista su gloria. Andarán las naciones a tu luz y los reyes al resplandor de tu amanecer. Alza tus ojos alrededor y mira: todos estos se han juntado, vienen hacia ti. Tus hijos vendrán de lejos y a tus hijas las traerán en brazos. Entonces lo verás y resplandecerás. Se maravillará y ensanchará tu corazón porque se habrá vuelto a ti la abundancia del mar y las riquezas de las naciones habrán llegado hasta ti. Multitud de camellos te cubrirá y dromedarios de Madián y de Efa. Vendrán todos los de Sabá trayendo oro e incienso, y publicarán las alabanzas del Señor.”
(Isaías 60:1–6 RVR95)

“Por esta causa yo Pablo, prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles; si es que habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros; que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente, leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio, del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder.
A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él;”
(Efesios 3:1–12 RVR60)


“Cuando Jesús nació, en Belén de Judea, en días del rey Herodes, llegaron del oriente a Jerusalén unos sabios, preguntando:
—¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?, pues su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarlo.
Al oír esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y, habiendo convocado a todos los principales sacerdotes y escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. Ellos le respondieron:
—En Belén de Judea, porque así fue escrito por el profeta:
»“Y tú, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá, porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel”.
Entonces Herodes llamó en secreto a los sabios y se cercioró del tiempo exacto en que había aparecido la estrella. Y enviándolos a Belén, dijo:
—Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño y, cuando lo halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya a adorarlo.
Ellos, habiendo oído al rey, se fueron. Y la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que, llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Al entrar en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose lo adoraron. Luego, abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.”
(Mateo 2:1–12 RVR95)


Seguimos buscando al príncipe de paz
La semana pasada reflexionábamos sobre aquél episodio en el que María y José, sus padres, buscaban a Jesús pero no le encontraban, y cuando le encontraron lo hallaron en la casa de su Padre, pero ellos no lo entendían.
Esta semana nos encontramos buscando al Mesías de Israel, porque sabemos que ya ha nacido.
Y quizá con tanta búsqueda, el leccionario nos quiera recordar que, de alguna forma, aún aquellos y aquellas que decimos conocer a Jesús, muchas veces nos encontramos buscándole, porque quizá a veces perdemos el rumbo,
sea como fuere yo mismo me sorprendo semana tras semana buscando a Jesús, en la vida, en vosotros mis hermanos y hermanas, y por supuesto en la Biblia.
Y es gracias a esa búsqueda, que tantas veces consigo encontrarme a mi mismo.
Pero el texto realmente va un poco más allá de nuestros muros, aunque aún así, nos podamos identificar con él.
Porque el relato nos habla de aquellos que están lejos de Jesús, realmente lejos.
De aquellos que están lejos geográficamente, culturalmente, étnicamente, socialmente, y sobre todo religiosamente.
El texto nos habla de un mundo en el que son relativamente pocos aquellos y aquellas que viven reconociendo al único Dios creador del universo, son más bien pocos y casi todos pertenecen al mismo pueblo, al pueblo de Israel.
Pero también nos habla de que en el mismo mundo, fuera de ese pueblo que reconoce al Dios único, podemos encontrar que hay gente que busca la luz en medio de la oscuridad.
Como los magos de este texto de Mateo.
Estos magos que no son otra cosa que astrólogos del imperio Persa, de un país lejano, con su propia cultura y su propia religión, buscan, según sus posibilidades, la luz.
La luz que se ofrece a todos los hombres, a todo el ser humano.
Y como buscan, pues encuentran.
Encuentran una señal que pueden entender.
No encuentran una Biblia, ni a un profeta o a un tele-predicador, al contrario: les es mostrada la señal idónea para que unos astrólogos como ellos puedan entender que algo ha sucedido,
¿qué señal podría haber sido mejor que una estrella para guiar a un astrólogo que busca una luz?
Y es que a Dios no le importa servirse de cualquier medio que la humanidad pueda entender para acercar al ser humano a la luz de su hijo Jesucristo.
Dios nunca deja de hablar a la humanidad de forma inteligible:
“Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos.” dice el salmista.
De esta forma, aquellos que están lejos de Dios, guiados por la luz de la estrella, se ponen en camino y se acercan, se acercan en su búsqueda del nuevo rey que ha nacido.
Pero en las búsquedas también se cometen errores, es normal;
cuando buscamos la chaqueta para salir de casa, buscamos en el colgador, donde debería estar; o en el armario de las chaquetas, es obvio, no vamos a buscar una chaqueta en el horno…
pero yo ya he perdido la cuenta de cuántas veces se me está haciendo tarde y no he logrado encontrar la chaqueta donde debería estar… o el bolso, o las llaves de casa.
Porque muchas veces las cosas no están dónde creemos que deberían de estar, a veces están donde las dejamos la última vez,
o igual nuestra pareja ha recogido todo y las cosas están donde ella cree que deben estar, y que normalmente no coincide con donde yo creo que deben estar.
Y claro, los magos de oriente están buscando a un rey que según la estrella debería nacer en la tierra de Palestina.
Si estuviésemos buscando a un niño que iba a ser el mejor futbolista del mundo y la estrella estuviese sobre Catalunya,
¿dónde buscaríamos?… pues en la Masia del Barça ¿no? No se nos ocurriría buscar en un descampado en el barrio de la Mina…
Por eso los magos, como buscan al que va a ser el rey de los judíos, se dirigen a Jerusalén, a la capital donde está el palacio del rey, del rey Herodes.
Y le preguntan al rey: Disculpa pero ¿no sabrás dónde podemos encontrar al nuevo rey de los judíos?
“Se oye la voz del clamor de la hija de mi pueblo, que viene de la tierra lejana: «¿No está el Señor en Sión? ¿No está en ella su Rey?».
«¿Por qué me hicieron airar con sus imágenes de talla, con vanidades ajenas?»” (Jeremías 8:19 RVR95)
         «¿No está el Señor en Sión? ¿No está en ella su Rey?»
Herodes era un rey un tanto especial, un poco loco y psicópata, pero a la vez, el impulsor de la construcción, entre otras maravillas de la arquitectura, la del Templo de Jerusalén, la casa de Dios.
¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.
Herodes, y toda Jerusalén con él, al oír las noticias de los magos se pusieron muy nerviosos.
Y reunieron a todos los sacerdotes y a los doctores que sabían de la Biblia para ver dónde podía andar ese Mesías que buscaban los magos.
Y aquí tenemos la escena: Los magos extranjeros, que poco o nada saben de Dios, buscando al Mesías llegan al lugar donde debería estar, pero que es el lugar equivocado:
         el palacio del rey Herodes en Jerusalén.
Y allí, los que sí que conocen a Dios, o dicen conocerle, están turbados, preocupados por lo que pueda pasar si de verdad ha nacido el Mesías.
Al poder y a la religión auspiciada por el poder, les preocupa cuando fuera de sus poderosos muros pueda aparecer algo o alguien que cree inestabilidad.
Creen que lo bueno es lo que mantiene el estatus quo, y por lo tanto sólo puede ser generado y sustentado por el mismo poder que mantiene la paz y el orden.
Cualquier novedad que salga de fuera de sus muros es un peligro que puede alterar a la sociedad.
Desde luego no estaban equivocados, porque el niño que estaban buscando iba a darle la vuelta a todo, ensalzando a lo humilde y humillando a todo poder.
Empezando por bajar de lo más alto al Todopoderoso, para hacerlo habitar entre los pobres y los olvidados de los palacios.
Así que, como podemos ver, los magos no habían encontrado el lugar correcto donde había nacido el niño.
La luz de la estrella los había guiado hasta acercarlos mucho, pero no lo suficiente.
Llegado el momento de interpretar el lugar del nacimiento del rey, los astrólogos, como cualquier ser humano, yerran.
Se dejan deslumbrar por las luces del poder y de la lógica humana, dirigiéndose al palacio que emite esa luz, en el palacio de la gran ciudad.
Es entonces cuando aparecen las Escrituras, el testimonio que recoge la experiencia de Dios de un pueblo que estando bajo la esclavitud del poder de Egipto,
es librado por Dios para ser bendición entre las demás naciones, para acabar con la opresión, para ser la cuna de la paz del mundo.
Y en esas Escrituras encontramos la sorpresa, lo inesperado,
el nuevo rey de los judíos no iba a nacer en un palacio, sino en la pequeña aldea de Belén.
La reacción del rey Herodes, el constructor del Templo, de la casa de Dios, no se hace esperar.
Pone a los magos bajo su servicio; ahora irán a buscar al niño, pero lo harán para investigar qué sucede exactamente y después informarle, porque la información es también poder.
Y los magos emprenden el camino, y finalmente encuentran al niño en su casa, en la pequeña aldea.
Está con su madre, María, e hicieron aquello que no habían hecho con el rey Herodes: le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra, y postrándose le adoraron;
finalmente los magos habían encontrado a quien habían salido a buscar, al Mesías de Dios.
Pero llegado el momento de cumplir con su tarea, de volver al palacio, de ayudar al poder a mantenerse firme controlando el destino de los hombres,
en ese momento, reciben un mensaje, una revelación personal: no deben volver a Jerusalén, deben buscar otra forma de volver a casa, una nueva forma de hacer el camino que deje a un lado el poder del rey Herodes.
Con qué fuerza nos presenta Mateo el evangelio, la buena noticia, del nacimiento del Mesías, del nacimiento del rey, en tan pocas líneas.
Tal y como nos anuncia el Salmo 72, en los versículos que no hemos leído hoy:
“Que ante él se inclinen todos los reyes;
         ¡que le sirvan todas las naciones!
Él librará al indigente que pide auxilio,
         y al pobre que no tiene quien lo ayude.
Se compadecerá del desvalido y del necesitado,
         y a los menesterosos les salvará la vida.
Los librará de la opresión y la violencia,
         porque considera valiosa su vida.”
Nuestros astrónomos hicieron una larga búsqueda para que pudiesen conocer lo que buscaban: a Emmanuel, Dios con nosotros.
Primero, en medio de la oscuridad, fueron guiados por la luz de una estrella, algo que ellos podían reconocer y entender bien.
Después, cuando su error les condujo al lugar donde ellos pensaron que sería normal encontrar lo que buscaban, cuando el error les hizo buscar al príncipe de paz en el palacio del poder,
entonces, fueron guiados por las Escrituras, por la experiencia de Dios de aquél pueblo de esclavos liberados, que los profetas se habían encargado de mantener viva y llena de sentido para todos los tiempos.
Finalmente los magos recibieron no ya un anuncio universal como fue la estrella,
ni un anuncio general para los que podían leer las Escrituras, como la profecía de Miqueas, sino un mensaje personal, un mensaje específico para ellos:
Después de lo que habéis visto, para volver a casa es necesario que cambiéis vuestra forma de pensar,
habréis de evitar el camino que conduce a los poderosos y recorrer en cambio el camino de los márgenes, donde vive la gente humilde.
De esta forma, los magos de aquel país lejano, recibieron la revelación que había de anunciarse a toda la humanidad.
Es el deseo de Dios que todos aquellos que buscan encuentren, de que todos los que están lejos, se puedan acercar,
y para continuar esta labor hemos de aprender a actuar como actúa tantas veces Dios, haciendo que el mensaje sea entendible para cada persona que busca, según sus posibilidades.
Decía también al principio que realmente buscar, buscamos todos, incluso los que ya le hemos encontrado, porque a veces perdemos el rumbo, a veces hay otras luces que nos deslumbran, que nos hacen errar el camino.
O como les pasó a los magos, es posible que, nuestras presuposiciones sociales, que nos dicen dónde debemos encontrar lo que buscamos, nos hagan interpretar mal la luz de la estrella.
Porque ahora vemos como por un espejo, veladamente, pero llegará el día en el que veremos cara a cara;
porque ahora conocemos en parte, pero conoceremos plenamente, como hemos sido conocidos.
Seguir buscando es parte de nuestra vida cristiana,
sólo que estemos abiertos a ver que la revelación de nuestro Señor puede acontecer de muchas maneras, muchas veces conforme a nuestra necesidad, y no siempre como esperamos, hemos de tener la mente abierta a Dios.
Pero sobre todo hemos de pensar que nuestra propia vida pueda ser revelación de Dios para otros, como esa estrella visible para tantos, que alumbra con su luz en medio de la oscuridad de tantas personas que buscan.
Si en tu búsqueda has encontrado a Jesús, el Mesías, en tu propia búsqueda irás siendo transformado, transformada en luz que guía, en luz que ilumina, como hoy aquellos lejanos magos, nos han guiado con su búsqueda, hacia el Mesías de Israel.
Amén

Bendición:
Que nuestro Padre creador te levante y haga venir su luz sobre ti.
Que nuestro Señor Jesucristo disipe las tinieblas que intentan cubrir nuestras vidas.
Que el Espíritu Santo haga resplandecer tu vida, llenándola de amor y esperanza, para guiar a aquellos que buscan la luz en medio de la oscuridad.

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