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¿De qué tiene sed Jesús?


Jonatan Navarro 20-1-2013


Éxodo 1:15-22; Salmo 17:1-6; 2Corintios 3:17-18; Juan 4:4-26
Como tenía que pasar por Samaria, llegó a un pueblo samaritano llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob le había dado a su hijo José.
Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se sentó junto al pozo. Era cerca del mediodía. Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida.
En eso llegó a sacar agua una mujer de Samaria, y Jesús le dijo:
—Dame de beber.
Pero como los judíos no se tratan con los samaritanos, la mujer le respondió:
—¿Cómo se te ocurre pedirme agua, siendo tú judío a mi que soy una mujer samaritana?
—Respondió Jesús y le dijo: —Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le pedirías, y él te daría agua viva.
—Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua, y el pozo es muy hondo; ¿de dónde, pues, vas a sacar ese agua que da vida? ¿Acaso eres tú superior a nuestro padre Jacob, que nos dejó este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y su ganado?
—Todo el que beba de este agua volverá a tener sed —respondió Jesús—, pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él ese agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.
—Señor, dame de ese agua para que no vuelva a tener sed ni siga viniendo aquí a sacarla.
—Ve a llamar a tu esposo, y vuelve acá —le dijo Jesús.
—No tengo esposo —respondió la mujer.
—Bien has dicho que no tienes esposo. Es cierto que has tenido cinco, y el que ahora tienes no es tu esposo. En esto has dicho la verdad.
—Señor, me doy cuenta de que tú eres profeta. Nuestros antepasados adoraron en este monte, pero vosotros los judíos decís que el lugar donde debemos adorar está en Jerusalén.
—Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación proviene de los judíos.
Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.
—Sé que viene el Mesías, al que llaman el Cristo —respondió la mujer—. Cuando él venga nos explicará todas las cosas.
—Ése soy yo, el que habla contigo —le dijo Jesús.


¿De qué tiene sed Jesús?
Jesús de Nazaret, el Mesías el Cristo, el Hijo del hombre, el Hijo de Dios, el Verbo, la segunda persona de la Trinidad, Dios hecho hombre.
“el que beba del agua que yo le daré,” dice Jesús “no volverá a tener sed jamás”, pero él mismo tiene sed y le ha de pedir agua a una mujer samaritana.
¿Y tú, tienes sed?
¿De qué podemos tenemos sed nosotros?
El agua es vida. Sin agua lo único que tenemos es un desierto de muerte, desolación y abandono.
En una sociedad como la nuestra en la que el agua brota de cualquier pared de nuestras casas es difícil entender esto.
Pero tres cuartas partes de nuestro mundo entienden perfectamente por su propia experiencia que el valor del agua es infinitamente mayor que el del petróleo.
El agua es vida.
Y el texto bíblico entiende esto perfectamente, el texto bíblico en su totalidad, desde el Génesis hasta el Apocalipsis está escrito en ese contexto social en el que, disponer o no de agua es la diferencia literal entre la vida y la muerte.
El que tiene el agua vive, y el que no muere.
Nuestro mundo en cambio no tiene sed de agua.
Tiene sed de bienestar, tiene sed de justicia, tiene sed de trabajo digno para todos y para todas, tiene sed de paz, de amor, pero no de agua.
Pero tenemos sed, y tener sed no es otra cosa que la necesidad de algo, de tal manera, que el no tenerlo es como morir.
Tener sed nos habla de la urgencia por cubrir una necesidad vital, imprescindible para poder tener vida.
Mi alma tiene sed del Dios vivo, clama el salmista, porque tener sed es un clamor que expresa nuestra necesidad más urgente de vivir, pero de vivir una vida de plenitud en comunión con el creador y lo creado.
Y Jesús también tiene sed, ¿de agua? y se dirige a una mujer, que está sola en un pozo, y que además es samaritana.
Dice el v. 4:4 que Jesús pasó por Samaria para ir a Galilea porque “le era necesario”.
Pero no le era necesario geográficamente, desde el punto del Jordán en el que se hallaba para ir a Galilea simplemente debía de ir hacia el norte.
Entonces, ¿por qué le era necesario ir a Samaria?
Cuando algo “es necesario” en el evangelio de Juan, significa que es un imperativo de la misión, es necesario para el establecimiento del Reino de Dios.
Por eso era necesario que Jesús fuese a Samaria.
¿Pero qué pasa con Samaria?
La mujer samaritana le dijo: ¶ —¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? —porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí—
La cuestión es que con la muerte del rey Salomón el reino de Israel quedó dividido en dos: Israel en el norte y Judá en el sur.
Israel fue el primer reino en ser invadido por el imperio Asirio. La mayoría de los Israelitas fueron esparcidos por las tierras del imperio invasor, y el territorio fue repoblado con personas de otros territorios también conquistados por los asirios.
Con el fin de mezclar a todos los pueblos y crear un sólo imperio.
De esta forma los habitantes de Samaria eran judíos mestizos. Esto también trajo cierto sincretismo con las religiones de los pueblo que se mezclaron, de tal forma que en Samaria llegaron a tener cinco dioses más a parte de Yahvé.
En tiempos de Jesús, aunque los Samaritanos ya sólo adoraban a Yahvé, su religión era un tanto diferente de los otros judíos por causa de este sincretismo, además no iban al templo de Jerusalén a adorar, sino que mantenían el monte Gerizim como lugar de adoración,
cerca del pozo donde se encontraban Jesús y la Samaritana, el pozo que según la tradición había construido el patriarca Jacob.
Los samaritanos tenían como únicas escrituras el pentateuco. Y de esa agua, del agua de los patriarcas bebían, esa era su agua de vida.
De esta forma, si ya resultaba un escándalo que Jesús se dirigiese a una mujer que estaba sola en un pozo, el escándalo era doble porque esta mujer era Samaritana.
Con este encuentro, Jesús estaba rompiendo, mejor aún, transgrediendo las férreas barreras que se habían construido social y religiosamente entre judíos y samaritanos, y entre varones y mujeres.
Y la mujer se da cuenta, y se inquieta por ello.
La mujer le replica ¿pero tú estas loco o qué?
¿Tú no sabes qué soy yo? ¿o es que no sabes quien eres tú?
¿Es que no sabes quien soy? ¿o no sabes quien eres tú?
- Mujer, si tú supieses quien soy yo, el agua me la pedirías tú a mi.
-  ¿Qué eres tú más grande que nuestra religión? o que nuestro patriarca Jacob que es el que nos proporciona esta agua que nos hace vivir?
¿Tu que no tienes ni un cubo, tienes un agua más viva que la de nuestra religión?
El diálogo entre la mujer y Jesús evidentemente no gira entorno al agua literalmente, sino que es un diálogo que se pregunta sobre aquello que da vida, verdadera vida, la vida que Dios ofrece al mundo.
Y la mujer lo sabe. Es un contraste porque en el episodio anterior un fariseo llamado Nicodemo, en medio de la noche mantiene una conversación muy similar con Jesús, pero Nicodemo, el fariseo no entiende nada.
En cambio esta mujer samaritana, habla ahora con Jesús a plena luz del día, y es capaz de entender perfectamente de lo que habla este judío llamado Jesús.
Entonces Jesús, diciéndole a la mujer que llame a su marido, saca a la luz su condición, que no otra que la misma condición del pueblo samaritano,
un pueblo que ha tenido muchos maridos, esto es muchos dioses, y ahora el Dios que tiene samaria no lo tiene por marido, veamos esto en palabras del profeta Oseas sin olvidar que Samaria fue el reino del norte, Israel:
Os. 1:2 ¶ Comienzo de la palabra que Jehová habló por medio de Oseas. Dijo Jehová a Oseas:
         «Ve, toma por mujer a una prostituta
         y ten hijos de prostitución con ella,
         porque la tierra se prostituye
         apartándose de Jehová».
Os. 2:2 ¶ ¡Contended con vuestra madre, contended,
         porque ella no es mi mujer
         ni yo su marido!
         Que aparte de su rostro sus prostituciones,
         y sus adulterios de entre sus pechos,
Os. 2:5 Pues su madre se prostituyó,
         la que los dio a luz se deshonró,
         porque dijo: «Iré tras mis amantes,
         que me dan mi pan y mi agua,
         mi lana y mi lino,
         mi aceite y mi bebida».
Os. 5:3 Yo conozco a Efraín,
         e Israel no me es desconocido;
         tú, Efraín, ahora te has prostituido,
         y se ha contaminado Israel».
Y la mujer cuando se sabe conocida por Jesús, cuando ve que no tiene nada que pueda ocultarle, en este juego entre su situación y la situación de su pueblo, reconoce en Jesús a un profeta.
Y le plantea la cuestión que dividió y que sigue dividiendo al pueblo de Israel, ¿dónde debemos adorar al Dios verdadero?
¿Cual es el lugar correcto para adorar a Dios? ¿El de nuestros padres? ¿El que la tradición me ha enseñado?
¿Es lo que me han enseñado mis padres, mi cultura, mi mundo sobre dónde o cómo adorar a Dios lo correcto? ¿la verdad absoluta?
¿Son los demás peores, o de menos valía delante de Dios por no hacer las cosas como yo?
Jn. 4:21 ¶ Jesús le dijo: ¶ —Mujer, créeme que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
Jn. 4:22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvación viene de los judíos.
Jn. 4:23 Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque también el Padre tales adoradores busca que lo adoren.
Jn. 4:24 Dios es Espíritu, y los que lo adoran, en espíritu y en verdad es necesario que lo adoren.
La salvación viene de los judíos, claro Jesús es judío, pero lo que le está diciendo Jesús a la mujer Samaritana es algo más profundo.
Le está diciendo, claro, yo que soy judío creo que el lugar para adorar sería Jerusalén, pero ¿sabes qué? está llegando el tiempo en el que ni Jerusalén ni Gerizim van a significar nada.
Al verdadero adorador de Dios no le va a hacer falta estar en ningún lugar para adorar a Dios, ni hacerlo de una forma concreta,
está llegando el momento en el que el muro que separa a los verdaderos adoradores va a caer, porque al Espíritu de Dios no hay muro que lo detenga.
Jesús debía ir a Samaria, porque Jesús es el mesías que como hijo de Dios debía reunir a todo el pueblo de Israel, a todo en su totalidad.
Si seguís leyendo el capítulo veréis cómo la mujer samaritana se convierte en predicadora que lleva las buenas nuevas de la llegada del mesías a su pueblo.
La mujer samaritana era una mujer separada de Jesús y de todos los judíos por su origen étnico, por su lugar de nacimiento, por su forma de entender la religión, por ser mujer también.
Los seres humanos levantamos estas barreras entre nosotros, por religión, cultura, nacionalidad, orientación sexual, género o estatus social.
Pero el Hijo de Dios ha venido a romper estas barreras, ha venido para traer libertad a toda la humanidad.
Libertad para que los que le adoren en espíritu y en verdad, le puedan adorar desde la realidad de su propia existencia.
Me preguntaba al principio, ¿de qué tiene sed Jesús de Nazaret?
El lema de esta semana de oración es la profecía de Miqueas, concretamente los versículos que dicen:
Miq. 6:6 »¿Con qué me presentaré ante Jehová
         y adoraré al Dios Altísimo?
         ¿Me presentaré ante él con holocaustos,
         con becerros de un año?
Miq. 6:7 ¿Se agradará Jehová de millares de carneros
         o de diez mil arroyos de aceite?
         ¿Daré mi primogénito por mi rebelión,
         el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma?
Miq. 6:8 Hombre, él te ha declarado lo que es bueno,
         lo que pide Jehová de ti:
         solamente hacer justicia,
         amar misericordia
         y humillarte ante tu Dios.
Jesús, el Mesías fue sediento al pozo de la samaritana,
con sed de romper las barreras que separan a aquellos que quieren adorar a Dios,
con sed de que la justicia y la misericordia llegasen a la mujer de un pueblo excluido.
Jesús tiene sed de que todos seamos liberados para adorar juntos al único Dios,
Jesús tiene sed de que rompamos con cualquier tipo de exclusión que impida que nadie, sea cual sea su condición sociocultural, pueda tener ningún impedimento para formar parte de su cuerpo.
Que el Espíritu de nuestro Señor Jesucristo libere nuestra mente, nuestro corazón y nuestro ser para transformarnos cada día en verdaderos adoradores, portadores de justicia, misericordia y libertad.
Amén 

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