Jonatan Navarro 25-12-2012
Isaías 9:2-7; Salmo 96; Tito 2:11-14; Lucas 2:1-14
“Aconteció en aquellos días que se promulgó un edicto de
parte de Augusto César, que todo el mundo fuera empadronado.
Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria.
E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.
También José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a
Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y
familia de David, para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la
cual estaba encinta. Aconteció que estando ellos allí se le cumplieron los días
de su alumbramiento.
Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y
lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban
las vigilias de la noche sobre su rebaño.
Y se les presentó un ángel del Señor y la gloria del Señor
los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor.
Pero el ángel les dijo:
—No temáis, porque yo os doy nuevas de gran gozo, que será
para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador,
que es Cristo el Señor. Esto os servirá de señal: hallaréis al niño envuelto en
pañales, acostado en un pesebre.
Repentinamente apareció con el ángel una multitud de las
huestes celestiales, que alababan a Dios y decían:
«¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena
voluntad para con los hombres!».”
(Lucas 2:1–14 RVR95)
Hoy os quiero ver fregando platos.
Al menos espero que esta reflexión de navidad, como mínimo,
os motive a ayudar a recoger la mesa… como mínimo.
¿Sabéis por qué?
Porque finalmente, después de nuestro tiempo preparatorio de
Adviento, Dios ha cumplido su promesa, como hemos leído en la carta a Tito:
La gracia de Dios se ha
manifestado para salvación a toda la humanidad.
Ha sido un tiempo de Adviento intenso, y es que, mientras que
para nuestra sociedad la preparación de navidad se centra en las luces de los
comercios, las compras y los villancicos a toda pastilla en los centros
comerciales,
para la iglesia el tiempo de adviento es más parecido al
tiempo de cuaresma, un tiempo de reflexión profunda, personal y comunitaria,
que nos lleva a estar preparados para el día de hoy, el día
del nacimiento del Salvador:
“el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros lleno de
gracia y de verdad;”
Y quizá pienses que esto es un poco artificial, que la
promesa de Dios no se ha cumplido hoy,
que esto ya lo celebramos el año pasado, y el otro, y el
otro…
que realmente Jesús vino al mundo hace unos dos mil años,
así que, en realidad, hace tiempo que la promesa se cumplió.
Y además seguro que ni siquiera fue un 25 de diciembre.
Y sí, sí pero no.
De alguna manera es cierto que la promesa del salvador se
cumplió hace dos mil años, pero mirad una cosa, las promesas de Dios no son esa
clase de promesas que se cumplen y ya está.
¡Ya ha nacido el salvador! ¡Ya ha nacido el salvador!
“Venga vamos pa’ casa que aquí está to hecho…”
no, las promesas de Dios no funcionan así…
Las promesas de Dios son un poco peculiares, porque sabemos
que Dios ha prometido su acción definitiva en la historia,
una acción que traerá el Reino de Dios, el reino del amor,
de la paz, del gozo y de la esperanza;
y también sabemos que en el nacimiento del pequeño niño Jesús
estas promesas toman cuerpo, empiezan a ser reales de una forma más plena.
Pero a la vez, podemos ver que estas promesas que la
humanidad ha ido recibiendo de parte de Dios,
se cumplen de una forma extraña y siempre esperan un nuevo
cumplimiento más pleno y definitivo.
Como ejemplo tenemos los textos que hemos leído hoy en los
profetas, estos textos fueron recibidos hace miles de años por un pueblo
concreto,
y de alguna forma encontraron su cumplimiento, aunque quizá
no su cumplimiento pleno, siempre guardaban más…
¿y por
qué serán tan peculiares las promesas de Dios?
¿por qué a veces parece que se cumplan, pero a la vez nos
dejan ese sabor de boca de que todavía queda algo más?
Porque las promesas de Dios son para cada generación,
son por tanto también para ti hoy
y a la vez siempre miran hacia la plenitud de Dios.
Por eso aprovechamos este tiempo, el tiempo en el que
recordamos el nacimiento del Salvador, para recordar que las promesas de Dios
son también para ti hoy, para todos nosotros.
De esta forma Dios se hace relevante generación tras
generación, para cada uno de nosotros, en nuestras circunstancias actuales y en
cada nueva circunstancia.
La promesa de
Dios es una promesa viva para cada día.
Porque los que estamos aquí hoy celebrando la navidad, no
somos los mismos que los estaban aquí hace 10, 20 o 30 años, ¿verdad?
Algunos ya no están entre nosotros, otros no estábamos entre
vosotros, nuestra comunidad va cambiando con el tiempo.
Nosotros mismos vamos cambiando con el tiempo,
nuestras preocupaciones de hoy no son las de ayer, nuestras
experiencias vitales nos van transformando, de forma que la celebración de esta
navidad no será igual que la del año pasado.
En nuestras mesas todo será diferente,
desde quién está y quien no está a nuestro lado,
hasta nosotros
mismos,
nuestras circunstancias económicas, familiares y emocionales
cambian constantemente,
a veces para
bien, a veces para mal.
Por eso Dios nos propone que hagamos nuevas sus promesas para
nuestra vida hoy,
para nuestra necesidad de Dios hoy,
porque nuestra necesidad de salvación hoy
no es la misma que la que fue ayer,
ni es la misma que la que será mañana.
Pero en cualquier caso en el nacimiento del pequeño niño
Jesús Dios nos dice: Hoy también traigo salvación para tu vida.
Y este es el milagro
de la navidad.
Decía al principio (medio en broma, medio en serio) que
esperaba que, después de escuchar la reflexión de hoy, ésta os motivase como
mínimo a ayudar a fregar los platos…
y es que me gustaría reflexionar un poco sobre este milagro
del cumplimiento de la promesa de Dios hoy.
Cuando hablamos de milagros, de las acciones de Dios
milagrosas, rápidamente nos viene a la mente algún tipo de acción espectacular,
como cuando Moisés abrió el mar para que el pueblo pudiese
salir de Egipto, o como cuando Jesús resucito a Lázaro… y son cosas que están
ahí, no voy a decir que no.
Pero esta navidad me gustaría que recordaseis una cosa:
normalmente las acciones de Dios son más bien ordinarias, de
hecho todo milagro tiene su piedra angular y su cumplimiento en algo realmente
ordinario:
El nacimiento de un niño. Es maravilloso cuando nace un niño,
pero ¿que tiene de extraordinario?
El nacimiento de un niño del que desconocemos su padre
biológico. Esto tampoco es muy extraordinario, mejor no preguntéis…
El nacimiento de un niño pobre.
Lo extraordinario de esto es que lo normal, en este mundo, es
nacer realmente pobre.
¿Sabéis qué es lo extraordinario?
¿Sabéis donde
están los fuegos artificiales y las explosiones con humo en tanto hecho
ordinario?
En el hecho de que el
Dios Creador del Universo Todopoderoso decidiese habitar en su creación de esta
forma, en la forma más ordinaria posible, como un pobre niño sin padre
reconocido.
¡Cuantas veces Dios da
cumplimiento de sus promesas de la forma más ordinaria posible!
Es extraordinario.
Por esta razón os quiero proponer que, esta navidad empecemos
a hacer visible las promesas de Dios para nuestras vidas,
también de forma ordinaria en apariencia, pero que en el
fondo pueden ser grandes anuncios como el nacimiento de un niño.
¿O no es ordinario compartir la mesa?
Pero según con quien lo hagamos puede ser un milagro
extraordinario…
¿O no es ordinario también preparar la mesa antes de comer?
Aunque para quien le toca hacerlo siempre, que le ayuden
todos, le va a parecer un milagro…
¿O no es ordinario fregar los platos?
Sí, pero otra vez, si en casa sólo trabajan los de siempre,
que normalmente son las de siempre,
recibirá la ayuda como un milagro.
¿Y preparar la comida, no es algo ordinario?
No, eso no, los experimentos con gaseosa, si queremos comer
algo, mejor que dejemos esto en manos de quien sepa cocinar, que para aprender
tenemos el resto del año.
Quizá os pueda parecer este mensaje de navidad un tanto
ordinario, es posible que lo sea.
Pero pensad que lo extraordinario es que el día de navidad se
convierta tantas veces en una carga que cae siempre sobre las mismas personas,
que me parece el día ideal para empezar a ser tan
extraordinariamente ordinarios como Dios,
que encarnado en Jesús de Nazaret vino para servir, y no para
ser servido.
La salvación de Dios empieza en las cosas sencillas, en las
cosas de casa,
en cómo nos comportamos con los que Dios nos ha puesto a
nuestro lado,
si conseguimos que el respeto y la solidaridad lleguen a
nuestras casas, hoy en la persona del niño Jesús,
mañana quién sabe hasta
dónde pueda llegar.
Las promesas de Dios son siempre actuales, relevantes, y nos
anticipan que un día tendrán su pleno cumplimiento.
«¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena
voluntad para con el ser humano!».”
Amén
“Ahora, pues, llevad también a cabo el hacerlo, para que como
estuvisteis prontos a querer, así también lo estéis en cumplir conforme a lo
que tengáis. Porque si primero hay la voluntad dispuesta, será acepta según lo
que uno tiene, no según lo que no tiene. Porque no digo esto para que haya para
otros holgura, y para vosotros estrechez, sino para que en este tiempo, con
igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la
abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad, como
está escrito: El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos.”
(2 Corintios 8:11–15 RVR60)
Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la
comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros.
Amén.